El reciente cumbre UE-China en Beijing, que marcó 50 años de lazos diplomáticos, expuso divisiones cada vez más profundas entre las dos potencias. A pesar de un compromiso conjunto de cooperar en el cambio climático, las conversaciones estuvieron dominadas por disputas sobre desequilibrios comerciales, el apoyo de China a Rusia en medio de la guerra en Ucrania y acusaciones mutuas de prácticas económicas injustas. Los líderes europeos describieron la relación como estando en un 'punto de inflexión', con poco progreso en la resolución de problemas fundamentales. La cumbre fue acortada y marcada por intercambios tensos, reflejando una creciente desconfianza y el impacto de presiones externas como los aranceles de EE. UU. Ambas partes reconocieron la necesidad de cooperación pero salieron de la reunión con la mayoría de desacuerdos sin resolver.
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